La importancia concedida a la sexualidad es muy variable de unas personas a otras y no está relacionada directamente con el grado de salud mental. Hay personas sanas en que la motivación sexual es muy baja y otras, en cambio, en que es muy alta. Sin embargo, la adicción al sexo, a diferencia de la sexualidad normal -más o menos alta-, se caracteriza porque el objetivo de la conducta es más la reducción de un malestar que la obtención de un placer. El sexo se convierte en un remedio para reducir la ansiedad y la actividad sexual se transforma en algo morboso y obsesivo (Mellody, 1997).
La adicción al sexo, que afecta más a hombres, consiste en un exceso desbordante de deseos y de conductas sexuales que el sujeto se siente incapaz de controlar. El impulso incontrolado se convierte en una conducta sexual breve, frecuentemente poco satisfactoria, que se repite con intervalos variables siempre cortos -entre algunas horas y escasos días-, con mujeres distintas y sin reparar en los prejuicios de toda índole que tal conducta ocasiona a uno mismo y a su familia. A veces se puede invertir hasta cuatro horas diarias, pero los pensamientos sobre el tema pueden ser casi constantes. De este modo la conducta amorosa se reduce a una mera urgencia biológica irreprimible, con el único objetivo de la penetración/eyaculación y sin dejar espacio a la comunicación, a la ternura. Se considera a las personas sólo en función del sexo, que se convierte, de esta forma, en la única vía para conseguir una gratificación personal y afectiva (Alonso-Fernández, 1996).
Se trata de un tema recurrente en el cine y en la literatura, desde Catherine Deneuve en Belle de Jour hasta la inolvidable Lulú, el personaje de Almudema Grandes que deambula por ambientes sórdidos a la búsqueda de todo tipo de experiencias con las que superar la dependencia de su amor verdadero.
Más allá de la cantidad, lo que aparece en primer plano es una conducta sexual irrefrenable que genera autogratificación y, especialmente, el alivio de un malestar interno. Se trata de conductas no deseadas -ahí está la diferencia con la promiscuidad o con el apasionamiento- y que producen consecuencias muy negativas para el sujeto: físicas (enfermedades de transmisión sexual), psicológicas (sentimientos de culpa y vergüenza, ruptura matrimonial no deseada, daño a los hijos, autoestima devaluada, soledad, etc.) y sociales (pérdida de empleo, devaluación de estatus socioeconómico, etc.). Esta vorágine de sexo sin control lleva a un abandono de las obligaciones familiares, sociales y laborales. La vida sexual se vive en secreto y con culpa. La depresión, incluso con ideas de suicidio, está muy asociada a este tipo de conductas (Earle, Earle y Osborn, 1995).
Características de la adicción al sexo
- Conductas no deseadas
- Interferencia en la vida diaria
- Enfermedades de transmisión sexual
- Sentimientos de culpa
- Ruptura de pareja no deseada
- Sexo como alivio de un malestar
Las mujeres afectadas sufren una doble sensación de vergüenza en función d su rol de protección de la familia, y experimentan un deseo brutal de la autoestima (Norwood, 1986).
La adicción al sexo puede revestir diversas formas: masturbación compulsiva, búsqueda ansiosa de relaciones sucesivas con múltiples amantes, frecuentación habitual de prostíbulos, consumo abusivo de teléfonos eróticos, llamadas telefónicas obscenas o recurso irrefrenable a las páginas de internet dedicadas al sexo, en donde se intentan satisfacer fantasías sexuales de toda índole. El contenido de la adicción puede referirse a una sexualidad normal (es decir a relaciones consentidas con adultos) o a una sexualidad parafílica (por ejemplo, el exhibicionismo o la pedofilia).
Conductas implicadas en la adicción al sexo
- Autoerotismo compulsivo
- Búsqueda ansiosa de múltiples amantes
- Frecuentadores habituales de prostíbulos o de teléfonos eróticos
- Conducta hipersexual y obsesiva con una relación.
La tecnología actualmente disponible ha posibilitado la aparición de nuevas variantes. En concreto, las líneas telefónicas party-line y las eróticas constituyen para algunas personas una vía de adicción al sexo., mantenida inicialmente por reforzadores positivos -una forma de entretenimiento, de excitación- y controlada finalmente por reforzadores negativos -el alivio del malestar-. En algunos casos los sujetos pueden llegar a percibir la conducta como incontrolable y a ver limitada seriamente su vida a nivel personal, familiar, económico y social (Guerricaechevarría y Echeburúa, 1977). Estas líneas presentan unas características determinadas que facilitan la dependencia. En primer lugar, la disponibilidad ambiental de éstas es total: en todos los hogares hay un teléfono y los números de estas líneas están ampliamente difundidos. La tentación de llamar -y de poder hacerlo en un entorno discreto- es, pues, muy fuerte. En segundo lugar, la gratificación obtenida es inmediata; sin embargo, el estímulo punitivo -el gasto de la llamada- se demora hasta la recepción de la factura del teléfono. En tercer lugar, el funcionamiento intrínseco de las líneas party-line potencia la percepción de control: el que llama no tiene más que apretar un botón para cambiar de interlocutor, pudiendo variar cuantas veces lo desee y sin tener que dar la cara ante la otra persona. Y por último, la búsqueda de la persona deseada (generalmente de sexo opuesto) suscita una gran tensión emocional en el caso de las líneas party-line, y una excitación sexual, en el caso de las líneas eróticas, que pueden aliviarse con conductas masturbatorias.
El consumo abusivo de alcohol o de drogas suele estar asociado a la adicción al sexo. De hecho, la función desinhibidora del alcohol facilita la implicación en conductas sexuales que generan un grado de malestar en las personas en los momentos de lucidez.
La transición de una sexualidad alta, pero normal, a una sexualidad adictiva viene marcada fundamentalmente por dos variables:
a) la interferencia grave en la vida cotidiana (sufrimiento y autodestrucción, soledad, pérdida de familia, incapacidad de mantener una relación afectiva duradera, etc.);
b) aparición del síndrome de abstinencia cuando no se puede llevar a cabo la conducta sexual (nerviosismo, irritabilidad, dolores de cabeza, temblores, insomnio, etc.).
Los signos alertadores de la adicción al sexo son múltiples:
a) fantasías sexuales alejadas de la relación de pareja
b) conductas sexuales anónimas, múltiples y breves
c) sexualidad comprada (prostitutas, teléfono erótico, etc.)
d) conductas de "voyeurismo"
e) acoso sexual a personas dependientes del sujeto
f) contactos con niños
Aunque no se conoce con detalle el origen de esta adicción, algunas dimensiones de personalidad (impulsividad, autoestima deficiente, etc.), antecedentes en la infancia (abusos o traumas sexuales) o en la adolescencia (rechazos en el ámbito afectivoerótico) o diversos elementos situacionales actuales (soledad o vacío existencial, relación de pareja insatisfactoria, etc.) parecen desempeñar un papel importante.
Tomemos este aporte del Dr. Echeburúa, como un insumo que debe ser ubicado en el contexto y época en que vivimos, para reflexionar sobre este importante aspecto de la vida de los sujetos.